1 Planteamiento
metodológico
Para enfocar con rigor el
problema de la muerte de las ideologías es necesario tener un concepto de lo
que es una ideología. Esto no es fácil porque el término «ideología» tiene una
fuerte carga semántica. Desde que Destutt de Tracy lo acuñó hasta el presente,
su significado ha sufrido diversos cambios suscitados por diferentes sistemas
filosóficos. Para no alargar demasiado la presente exposición, nos limitaremos
a utilizarlo en el sentido en que lo toman los políticos y quienes se interesan
por la política: como una teoría o doctrina que se maneja para justificar la
praxis política.[1]
Cuando se emplea en este sentido se descubre que existen diversos tipos de
ideología. Por eso, para saber si han muerto o no, es necesario hacer un
análisis previo de los que han prevalecido en la política del mundo moderno.
Creemos que todos ellos pueden clasificarse en dos grandes grupos: ideologías
epistémicas e ideologías timéticas o estimativas. Además, pueden agruparse en
relación con el grado de conciencia que de ellas tienen quienes las manejan, en
ideologías explícitas e ideologías implícitas.
2
Dificultades conceptuales
Cuando se quiere saber si
una ideología es o no epistémica hay que partir del concepto de ciencia. Se
debe, por eso, saber a qué tipo de ciencia se refieren quienes pretenden que su
ideología es científica. Para un hegeliano o un marxista, ciencia es el conocimiento
que se funda en los principios de la dialéctica. De modo que para ellos, una
ideología solo es científica si está dialécticamente bien fundada. Para saber
si quienes afirman que su ideología es científica porque es dialéctica, se debe
analizar lo que es la dialéctica en general y cuál es el tipo de dialéctica que
están empleando. Exponer estos conceptos ante ustedes sería demasiado largo; y,
además superfluo, porque todos los que participan en este gran Congreso
Internacional saben lo que es la dialéctica tan bien o mejor que yo. Solo
haremos, por eso, algunas consideraciones generales sobre el tema.
Lo primero que se
encuentra cuando se estudia una ideología dialéctica clásica es su falta de
rigor.[2] El
sentido de las palabras es, con frecuencia, vago, y los ejemplos que se
encuentran se desmoronan ante un cuantioso número de contraejemplos. Otra
objeción que se hace a la dialéctica es que muchos de los enunciados que afirma
son contradictorios, el sistema se colapsa porque, según la lógica tradicional
y la lógica clásica, de dos proposiciones contradictorias se pueden deducir
todas las proposiciones formulables en el lenguaje empleado.[3]
Hasta hace poco, los filósofos dialécticos no sabían que contestar a esta
objeción. Sin embargo, en los últimos años se crearon diferentes tipos de
lógicas dialécticas que permiten superar la dificultad. Dichas lógicas se
denominan «paraconsistentes». Si se desarrolla dialécticamente una teoría
empleando una lógica paraconsistente, la objeción puede mantenerse. Actualmente,
existen diferentes sistemas formales dialécticos paraconsistentes.[4] En
uno de ellos, que es uno de los más rigurosos e interesantes, la lógica clásica
resulta un caso particular de la lógica dialéctica.[5]
Sin embargo, la dificultad
no ha sido superada por completo, pues existen, actualmente, innumerables
sistemas lógico-dialécticos, muchos de ellos incompatibles entre sí. Por otra
parte, hasta la fecha no hay ninguno que permita desarrollar la dialéctica
hegeliano-marxista sin lagunas teóricas que dejan mucho que desear. Hay,
además, otra dificultad que a primera vista, parece insuperable: Hegel sostuvo
que el método matemático era incapaz de formalizar la lógica porque su
aplicación solo permitía captar el aspecto más superficial del pensamiento dialéctico.
Decimos «a primera vista», porque cuando se analiza a fondo lo que realmente
quiere decir Hegel, resulta que se trata de uno de los problemas más profundos
de la filosofía, si no del más profundo. Pero entrar en estos meandros
metafísicos, no rigorizables pero fundamentales, rebasa por completo los
límites del presente ensayo.
La concepción de la
ciencia que ha imperado en los medios no marxistas es la que podría llamarse
«hipotético-deductiva». Según esta concepción conocida por todos nosotros, la ciencia
no tiene por qué ser esencialmente dialéctica, aunque, en relación con
determinados aspectos de su contenido y, en determinadas circunstancias de su
desarrollo, una teoría puede presentar aspectos dialécticos.[6]
De acuerdo con esta
concepción, una ideología puede ser científica en dos sentidos. En el primero,
uno o varios de los principios utilizados para justificar la praxis política,
pueden ser verdaderos con plenitud de evidencia (como lo son, por ejemplo, los
axiomas de la aritmética de Peano, la intuición de los números naturales, las
propiedades más elementales de los conjuntos, incluso de los infinitos, etc.).
En un segundo sentido, se parte de principios que no son científicos, pero que
de ellos pueden deducirse una serie de consecuencias importantes para la acción
política. De modo que, aunque los principios supremos de la ideología no puedan
conocerse científicamente, la manera como se deducen sus consecuencias, puede
ser analizada lógicamente (esto es, científicamente) con todo rigor.
3
Crítica de las ideologías epistémicas
Una ideología epistémica
es una ideología que pretende ser científica; en consecuencia, pretende ser
verdadera. Para juzgarla con fundamento es menester poseer una clara visión de
lo que es la verdad y de lo que es la ciencia. Si quisiéramos comenzar con el
análisis de la verdad sería la de nunca acabar. Partimos, por eso, del concepto
de ciencia. Más partir de este concepto es, como todos sabemos, muy difícil,
porque existen numerosas concepciones de la ciencia que varían de acuerdo con
un trasfondo filosófico sobre el cual se han constituido. Vamos a referirnos
solo a dos de ellos, porque nos parecen las más importantes: el concepto
dialéctico de ciencia y el concepto hipotético deductivo.
El concepto dialéctico de
la ciencia varía de acuerdo a lo que de ella pensaron diferentes autores en el
decurso de la historia, así tenemos a Heráclito, Platón, Aristóteles, Petrus
Hispanus, Abelardo, Duns Scoto, Guillerno de Ockham et alia; asimismo, los pensadores germanos como Kant, Fichte,
Schelling, Hegel, entre otros. Nos limitamos, como hemos anticipado, al
análisis de la concepción marxista-leninista, pues en ella se plantea y
desarrolla de la manera más detallada y sistemática la relación que existe
entre ideología y acción política. Para el marxismo-leninismo, la ideología es
una concepción del mundo que constituye el medio más importante de la clase
dominante para afianzar y perpetuar su dominio sobre las clases dominadas.
Todos los componentes de una cultura son parte del mecanismo ideológico de
dominación: la religión, la ciencia, la economía, el arte, la filosofía y la
política. La política se considera en el marxismo-leninismo como el manejo del
Estado, y por ende, del poder organizado para perpetuar los privilegios de la
clase dominante. La manera como se justifica la política, ideológicamente
hablando, es por medio de una teoría o doctrina cuya verdad es aceptada por
todos los estratos sociales cuando la clase dominante está en auge.
Esta concepción es
verdadera en muchos de sus aspectos, pero tiene una limitación: no proporciona
ningún criterio para distinguir una teoría verdadera de una teoría
ideologizada. Pues no cabe duda de que si se acepta que hay teorías o doctrinas
que están ideologizadas, debe haber, por lo menos, una que no lo esté. De otra
manera, ¿cómo se puede saber que una teoría está ideologizada? Si nos damos
cuenta de que lo está, es porque la hemos comparado con otra que se refiere al
mismo tema y que no lo está. Pero lo que nos interesa saber para alcanzar los
fines que nos proponemos, es disponer de un criterio que nos permita saber si
las ideologías han muerto o no. Y para ello, debemos analizar tanto las
ideologías epistémicas como las timéticas.
La ideología
marxista-leninista pretende ser científica. El concepto de ciencia en que se
basa es la dialéctica. La dialéctica, según Engels y luego, Lenin, es la ley de
la totalidad, tanto del mundo natural (materialismo dialéctico) como del mundo
social (materialismo histórico). Una ideología política, para que pueda
aplicarse con buenos resultados debe ser dialéctica. Esto es muy importante
porque debe describir y explicar los hechos históricos, y sus predicciones
deben cumplirse. Observamos algo que, hasta donde llega nuestra información,
parece haber escapado a los estudiosos y críticos de la dialéctica: la
concepción marxista-leninista aplica los mismos criterios de corroboración
empírica que, según la concepción occidental no marxista de la ciencia, debe
cumplir toda teoría cognoscitiva.[7]
Esto permite poner a prueba su pretensión de verdad. Porque si se encuentran
nuevos hechos sociales (por ejemplo, la formación de nuevas clases) que no
puedan explicarse dialécticamente, la doctrina marxista-leninista se verá en
serias dificultades. Y si además hace predicciones que no se cumplen, entonces
debe ser reajustada y, en último término, cambiada en tantos aspectos que se
torna irrecognoscible.
Por otra parte, las
aplicaciones de la dialéctica a las ciencias exactas y naturales es sumamente
limitada. Aunque, en sentido bastante laxo, puede aceptarse que ciertos
aspectos de las ciencias lógico-matemáticas y de las ciencias naturales son
dialécticos, hay numerosos ejemplos que demuestran que la dialéctica interviene
muy poco en dichas ciencias. Así las famosas paradojas conjuntistas y
semánticas de Burali-Forti, de Cantor, de Richard y de otros, no se resuelven
por medio de una síntesis que involucre a la tesis y la antítesis en un nivel
superior que a su vez, es negado y así sucesivamente. Dichas paradojas se
resuelven a favor de la tesis.[8]
Además, existe otra
objeción que consideramos muy fuerte: la imposibilidad de hacer predicciones a
largo plazo, sea cual sea la teoría, la doctrina o el análisis estadístico que
se esté empleando para predecir la evolución de los conglomerados sociales. En
recientes desarrollos de la teoría del caos, se ha demostrado matemáticamente
que de causas insignificantes, puede derivarse efectos cataclísmicos. Y esto
sucede, no solo en las ciencias sociales, sino también en las naturales e incluso
en las matemáticas puras. Este hecho que ha desconcertado a economistas,
sociólogos y metereólogos, ha sido bautizado con el sugestivo nombre de «efecto
mariposa». Se trata de un descubrimiento que ha producido una profunda
revolución en el pensamiento científico actual, y que constituye una grave
objeción al materialismo histórico que consiste en gran parte, en predicciones.[9]
Se pueden hacer muchas
otras críticas a la concepción dialéctica de las ciencias, pero nos parece que
las que hemos hecho son suficientes para mostrar que la concepción
marxista-leninista no puede sostenerse como teoría científica. Más, a pesar de
ello, queremos afirmar, enfáticamente, que la meta última de la ideología
marxista confiere sentido al proceso de la historia moderna: forjar una
sociedad sin clases.
Veamos, ahora, las
ideologías epistémicas que fundamentan su pretensión de verdad empleando el
concepto moderno de ciencia. No son muy numerosas, pero existe por los menos
una: la que propone el filósofo norteamericano Filmer S. C. Northrop. Según
Northrop toda ideología política (y también todo sistema ético) presentan dos
aspectos. Uno de ellos es una teoría que, de alguna manera u otra, puede
verificarse empíricamente; el otro es un conjunto de expresiones imperativas
que no son corroborables. Pero ambos tipos de expresiones están relacionados a
través de la concepción del mundo de una determinada cultura. Por eso, aunque
las expresiones normativas no puedan corroborarse empíricamente, el hecho de
que los principios enunciativos si puedan serlo, permite afirmar que la
ideología es verdadera.[10]
Aunque la teoría de
Northrop es interesante, no nos parece que pueda mantenerse. En efecto, por más
que se verifique el aspecto científico de una concepción del mundo, no hay
ninguna razón para que el aspecto normativo resulte verdadero. Solo tiene
sentido hablar de la verdad de una doctrina en relación con su componente
proposicional (verdad sin más o grado de verdad). Más cuando el aspecto
doctrinario no es proposicional, sino normativo, no puede tratarse de verdad,
porque las expresiones normativas no son ni verdaderas ni falsas.[11]
4
Crítica de las ideologías timéticas
4.1
La relación de las ideologías timéticas con la ciencia
Una característica
esencial de las ideologías timéticas es que no tienen pretensión de verdad y
que, en consecuencia, no tiene sentido demostrar que son verdaderas o falsas.
La ideología estimativa parte de principios que no necesitan ser demostrados
porque no son proposiciones, sino valores expresados en forma de normas o
prescripciones. En consecuencia su aceptabilidad no depende de ninguna ciencia.
Los principios de una
ideología timética se funda en relación con alguna comunidad humana que los
considera supremamente valiosos y que ha aceptado cumplir las prescripciones
que se derivan de aquellos.
4.2
El problema de la optimación
Se pueden efectuar dos
objeciones a una ideología timética:
- Puede
ser una ideología inmoral porque ordena hacer cosas que están reñidas con
la ética (por ejemplo, exige el incesto entre hermano y hermana, como era
el caso de los faraones, los incas, etc.).
- Sus
principios son tan alejados de la realidad humana que es imposible
cumplirlos. La primera objeción no se puede despachar a la ligera, porque
nos enfrenta a un problema fundamental ¿en qué nos basamos para afirmar
que una ética determinada (o una ideología) es inmoral? Esta afirmación
solo puede hacerse si se comete un círculo vicioso, pues para juzgar un
sistema ético (o ideológico) diferente del nuestro, empleamos nuestro
propio sistema. Se trata de una contra objeción, grata a los sociólogos y
antropólogos modernos, muy difícil de responder. En efecto, ¿cuáles son
los criterios que permiten fundar una ética universalmente válida?
Hasta la fecha, los
autores no han podido ponerse de acuerdo a pesar de que, en los últimos años,
se han hecho grandes esfuerzos para resolver el problema. Solo diremos que gran
parte de estos esfuerzos están orientados hacia la fundamentación racional de
la ética «more kantiano».[12]
Como vemos, el primer
problema no puede resolverse de manera tajante. El segundo, en cambio, puede
abordarse con mayores posibilidades de éxito. Porque, aunque no pueden
cumplirse todas las prescripciones de una ética o de una ideología es posible
aproximarse a ellas en el sentido del ideal kantiano. La aproximación a las
prescripciones difíciles de efectuar es como la aproximación de una variable a
su límite. En este sentido, puede considerarse el problema de aproximarse cada
vez más a las prescripciones de una ideología como un problema mini-maximal de
optimación: aproximarse a las metas ideológicas con la máxima eficacia y con el
mínimo esfuerzo, mediante la mejor utilización de los recursos disponibles.
5
Muerte eterna y vida perdurable a las ideologías
Si los argumentos que
hemos presentado son convincentes (nos hacemos la ilusión de que no están
totalmente equivocados), la solución es clara: las ideologías epistémicas han
muerto por completo y no entrarán jamás en el ciclo histórico de las
paligenesias. En cambio, es obvio que las ideologías estimativas son muy
superiores a las epistémicas, porque no tienen la tarea imposible de probar que
son verdaderas. Pero, como sucede siempre cuando se trata de cuestiones
ideológicas, hay algunas dificultades respecto de sus posibilidades de aplicación
y de su fundamento axiológico. Nos parece que las principales son las dos
siguientes:
- Pueden
ser demasiado idealistas en relación con la capacidad humana de seguir sus
prescripciones (como sucede, por ejemplo, con todas las grandes
religiones).
- Pueden
ser antihumanas, esto es, pueden ser utilizadas para justificar la
opresión de grandes grupos humanos, para perpetuar privilegios; pueden,
incluso, ser demoníacas induciendo a sus fieles a asesinar inocentes o a
suicidarse colectivamente.
En el primer caso pensamos
que si las metas son demasiado exigentes para sus seguidores, como sucede, por
ejemplo, con las grandes religiones, la gran mayoría de fieles asume una
actitud de equilibrio. Los preceptos éticos de la ideología serán seguidos
hasta donde alcance la capacidad de entrega de la mayoría social. Esto sucede
con los principios de las grandes religiones y con las ideologías fundadas
explícitamente o, con más frecuencia aún, implícitamente en aquellas.
La segunda objeción es más
fuerte. Existen ejemplos de ideologías cruelmente antihumanas. Por ejemplo, los
thugs de la India creían que debían
hacer sacrificios humanos estrangulando a los extranjeros. ¿Cómo se puede
responder a esta objeción? Hemos visto que para juzgar una ideología (o un
sistema ético) debemos presuponer la validez de la nuestra, cometiendo así, un
círculo vicioso. Empero, pensamos que hay una salida: no es posible demostrar
de manera rigurosa que una ideología timética es superior a otra, pero, en
cambio, podemos demostrar, en caso de que lo sea, que es irracional. No podemos
seguir esta argumentación en detalle, pues nos llevaría muy lejos; pero podemos
describirla en sus rasgos generales. Para ser racionales debemos rechazar la
arbitrariedad y la prepotencia, esto significa que debemos considerar a
nuestros semejantes como fines en sí mismos y nunca como instrumentos para
alcanzar nuestros propios fines. De modo que una religión o una ideología que
prescriben sacrificios humanos son irracionales. Y, al menos, en estos tiempos
modernos, casi nadie quiere ser considerado como irracional. Por eso, si
demostramos que las prescripciones de una religión o de una ideología son
contrarias a la razón, porque conducen prácticas antihumanas que deben ser
impuestas por la fuerza, tenemos una alta probabilidad de éxito. Más hay, sin
embargo, un punto que parece racionalmente inobjetable: cometer suicidio debido
a convicciones religiosas. Empero, si aplicamos de manera universal la máxima
kantiana de que una persona debe considerar a todos sus semejantes como un fin
en sí, el suicidio religioso resulta irracional porque evita la realización de
las virtualidades que el suicida podría haber alcanzado en vida.
Por supuesto, en
cuestiones de moralidad siempre se presentan dificultades casuísticas, por
ejemplo, el suicidio eutanásico o el suicidio del héroe que prefiere morir para
evitar una tortura que podría obligarlo a revelar los planes secretos de su
organización revolucionaria. No cabe duda que, tratándose de teorías sobre el
comportamiento humano, siempre es posible encontrar contraejemplos.
Somos plenamente conscientes de que existen las dificultades descritas. Pero también lo somos de que mediante una argumentación bien fundada, la posibilidad de hallar contraejemplos puede reducirse —aunque no del todo— en gran medida. Esperamos que, en la presenta exposición, a pesar de las dificultades señaladas, hayamos podido mostrar de manera no deleznable, que las ideologías epistémicas han muerto para siempre, mientras que las timéticas vivirán eternamente.[13]
Referencias
bibliográficas
Da Costa N. C. A.
(1978). Studies in Paraconsistent
Logic: The dialectical Principle of the Unity of Opposities.
Flew,
Antony.
(1983). The Is/Ought question.
Collective Book edited by Antony Flew. The MacMillan Press LTD, London and
Basingstoke.
Lorenzen,
Paul.
(1978). Theorie der technischen
politischen Vernunft, Philip Reclam, Stuggart.
Marx, Carl. (1952).
Kapital, Encyclopedia Británnica, Inc.
Chicago,
London, Toronto
—(1958): Zur Kritik der politischen Oekonomie.
—(1972):
La ideología alemana (en colaboración
con Engels), Lima, Colaboraciones populares.
Northrop, F. S. C. The logic of the sciencies and of the humanities, The MacMillan Company, New York.
Notas
[1] Decimos «teoría» o «doctrina» porque el concepto de doctrina es más
amplio que el de teoría. De manera general, toda teoría podría calificarse, sin
forzar demasiado las significaciones, como doctrina; pero no toda doctrina es
una teoría. Así, la doctrina cristiana no es una teoría. No lo es porque la
mayoría de sus partes no son descriptivas, sino perceptivas.
[2] Por «dialéctica clásica» entendemos la dialéctica hegeliana-marxista.
Los sistemas de Fichte, Schelling y Hegel también pueden ser llamados
«clásicos», pero no son utilizados en el presente texto.
[3] De acuerdo a lo usual en la comunidad lógico-matemática de nuestros
días, la lógica clásica es la lógica
matemática tal como fue sistematizada en el monumental libro Principia mathematica de Whitehead y
Russell. La lógica tradicional, en
cambio es la lógica griega, la medieval y la lógica moderna no matemática antes de las creaciones de Boole, de
Morgan, Schroeder, Peano y Frege. Como siempre, hubo anticipos, por ejemplo, en
los trabajos de Raymundo Lull, Leibniz, Plouquet, Lambert y otros de menor
cuantía.
[4] El sistema de N. C. A. Da Costa, 78. Sobre el significado filosófico
de la lógica paraconsistente y, en particular, del sistema de Da Costa, ver:
Miró Quesada, 89. Una información excedente sobre la lógica paraconsistente y
sus diversos tipos, puede encontrarse en el libro colectivo Paraconsistent Logic, an Essay on the
Inconsistent, 89.
[5] Véase Da Costa y Wolf. Hemos leído el manuscrito original que, gentilmente,
nos envió el profesor Da Costa.
[6] Estos aspectos no necesitan ser idénticos a los de la dialéctica
clásica. Sobre una concepción no clásica de la dialéctica. Véase Miró Quesada, 82.
[7] Marx se refiere numerosas veces al poder descriptivo-explicativo-predictivo
de su sistema. Así, en el prólogo a la segunda edición de El Capital, en el Manifiesto
Comunista, La ideología Alemana, etc. Lo mismo Engels, con mayor detalle (y
más errores). En el Anti-Dühring y la Dialéctica de la Naturaleza, encontramos
numerosas y explícitas referencias al poder descriptivo-explicativo-predictivo
de su sistema dialéctico.
[8] Esta afirmación puede comprobarse
leyendo cualquier buen libro de filosofía matemática. Recomendamos a quien
desee profundizar el tema, si es que no lo ha hecho ya, los siguientes libros: Grundlagender Mathematik (Hilbert und
Bernays); Logic, Semantics,
Matemathematics (Tarski); Truth and
Proof (un folleto, Tarski); The
foundations of mathematics (Beth); Philosophy
of Mathematics (Bernacerraf an Putman) e Introduction to Metamathematics (Kleene). Véase las referencias
bibliográficas al final de este escrito.
[9] Sobre el «efecto mariposa» véase: Prigogine, 88; Steward, 90; Rietman,
89 (en este libro no se menciona explícitamente dicho efecto, pero se analizan
funciones, por ejemplo, la función logistic,
que lo describen rigurosamente.
[10]
Northrop, 47.
[11] Creemos que uno de los principales problemas de la ética, si no el
principal, es saber si las expresiones normativas pueden deducirse a partir de
proposiciones categóricas. Desgraciadamente, esta derivación no nos parece
posible. Con respecto a la posibilidad de derivar lógicamente el deber ser del
ser se ha discutido mucho. Sobre esta discusión véase el libro colectivo The Is/Ougth question.
[12] Por ejemplo, Lorenzen, 78. Habermas, 84, 85; Apel, 63, 81, 86; Miró
Quesada, 88a, 88b, 90.
[13] No debe interpretarse lo que estamos diciendo como una ingenua fe en
la eternidad de algún sistema ideológico. Una ideología solo puede tener poder
de convicción si los principios que proclaman están vigentes.
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