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lunes, 15 de noviembre de 2021

¿Han muerto las ideologías?

 


1 Planteamiento metodológico


Para enfocar con rigor el problema de la muerte de las ideologías es necesario tener un concepto de lo que es una ideología. Esto no es fácil porque el término «ideología» tiene una fuerte carga semántica. Desde que Destutt de Tracy lo acuñó hasta el presente, su significado ha sufrido diversos cambios suscitados por diferentes sistemas filosóficos. Para no alargar demasiado la presente exposición, nos limitaremos a utilizarlo en el sentido en que lo toman los políticos y quienes se interesan por la política: como una teoría o doctrina que se maneja para justificar la praxis política.[1] Cuando se emplea en este sentido se descubre que existen diversos tipos de ideología. Por eso, para saber si han muerto o no, es necesario hacer un análisis previo de los que han prevalecido en la política del mundo moderno. Creemos que todos ellos pueden clasificarse en dos grandes grupos: ideologías epistémicas e ideologías timéticas o estimativas. Además, pueden agruparse en relación con el grado de conciencia que de ellas tienen quienes las manejan, en ideologías explícitas e ideologías implícitas.


2 Dificultades conceptuales


Cuando se quiere saber si una ideología es o no epistémica hay que partir del concepto de ciencia. Se debe, por eso, saber a qué tipo de ciencia se refieren quienes pretenden que su ideología es científica. Para un hegeliano o un marxista, ciencia es el conocimiento que se funda en los principios de la dialéctica. De modo que para ellos, una ideología solo es científica si está dialécticamente bien fundada. Para saber si quienes afirman que su ideología es científica porque es dialéctica, se debe analizar lo que es la dialéctica en general y cuál es el tipo de dialéctica que están empleando. Exponer estos conceptos ante ustedes sería demasiado largo; y, además superfluo, porque todos los que participan en este gran Congreso Internacional saben lo que es la dialéctica tan bien o mejor que yo. Solo haremos, por eso, algunas consideraciones generales sobre el tema.


Lo primero que se encuentra cuando se estudia una ideología dialéctica clásica es su falta de rigor.[2] El sentido de las palabras es, con frecuencia, vago, y los ejemplos que se encuentran se desmoronan ante un cuantioso número de contraejemplos. Otra objeción que se hace a la dialéctica es que muchos de los enunciados que afirma son contradictorios, el sistema se colapsa porque, según la lógica tradicional y la lógica clásica, de dos proposiciones contradictorias se pueden deducir todas las proposiciones formulables en el lenguaje empleado.[3] Hasta hace poco, los filósofos dialécticos no sabían que contestar a esta objeción. Sin embargo, en los últimos años se crearon diferentes tipos de lógicas dialécticas que permiten superar la dificultad. Dichas lógicas se denominan «paraconsistentes». Si se desarrolla dialécticamente una teoría empleando una lógica paraconsistente, la objeción puede mantenerse. Actualmente, existen diferentes sistemas formales dialécticos paraconsistentes.[4] En uno de ellos, que es uno de los más rigurosos e interesantes, la lógica clásica resulta un caso particular de la lógica dialéctica.[5]


Sin embargo, la dificultad no ha sido superada por completo, pues existen, actualmente, innumerables sistemas lógico-dialécticos, muchos de ellos incompatibles entre sí. Por otra parte, hasta la fecha no hay ninguno que permita desarrollar la dialéctica hegeliano-marxista sin lagunas teóricas que dejan mucho que desear. Hay, además, otra dificultad que a primera vista, parece insuperable: Hegel sostuvo que el método matemático era incapaz de formalizar la lógica porque su aplicación solo permitía captar el aspecto más superficial del pensamiento dialéctico. Decimos «a primera vista», porque cuando se analiza a fondo lo que realmente quiere decir Hegel, resulta que se trata de uno de los problemas más profundos de la filosofía, si no del más profundo. Pero entrar en estos meandros metafísicos, no rigorizables pero fundamentales, rebasa por completo los límites del presente ensayo.


La concepción de la ciencia que ha imperado en los medios no marxistas es la que podría llamarse «hipotético-deductiva». Según esta concepción conocida por todos nosotros, la ciencia no tiene por qué ser esencialmente dialéctica, aunque, en relación con determinados aspectos de su contenido y, en determinadas circunstancias de su desarrollo, una teoría puede presentar aspectos dialécticos.[6]


De acuerdo con esta concepción, una ideología puede ser científica en dos sentidos. En el primero, uno o varios de los principios utilizados para justificar la praxis política, pueden ser verdaderos con plenitud de evidencia (como lo son, por ejemplo, los axiomas de la aritmética de Peano, la intuición de los números naturales, las propiedades más elementales de los conjuntos, incluso de los infinitos, etc.). En un segundo sentido, se parte de principios que no son científicos, pero que de ellos pueden deducirse una serie de consecuencias importantes para la acción política. De modo que, aunque los principios supremos de la ideología no puedan conocerse científicamente, la manera como se deducen sus consecuencias, puede ser analizada lógicamente (esto es, científicamente) con todo rigor.


3 Crítica de las ideologías epistémicas


Una ideología epistémica es una ideología que pretende ser científica; en consecuencia, pretende ser verdadera. Para juzgarla con fundamento es menester poseer una clara visión de lo que es la verdad y de lo que es la ciencia. Si quisiéramos comenzar con el análisis de la verdad sería la de nunca acabar. Partimos, por eso, del concepto de ciencia. Más partir de este concepto es, como todos sabemos, muy difícil, porque existen numerosas concepciones de la ciencia que varían de acuerdo con un trasfondo filosófico sobre el cual se han constituido. Vamos a referirnos solo a dos de ellos, porque nos parecen las más importantes: el concepto dialéctico de ciencia y el concepto hipotético deductivo.


El concepto dialéctico de la ciencia varía de acuerdo a lo que de ella pensaron diferentes autores en el decurso de la historia, así tenemos a Heráclito, Platón, Aristóteles, Petrus Hispanus, Abelardo, Duns Scoto, Guillerno de Ockham et alia; asimismo, los pensadores germanos como Kant, Fichte, Schelling, Hegel, entre otros. Nos limitamos, como hemos anticipado, al análisis de la concepción marxista-leninista, pues en ella se plantea y desarrolla de la manera más detallada y sistemática la relación que existe entre ideología y acción política. Para el marxismo-leninismo, la ideología es una concepción del mundo que constituye el medio más importante de la clase dominante para afianzar y perpetuar su dominio sobre las clases dominadas. Todos los componentes de una cultura son parte del mecanismo ideológico de dominación: la religión, la ciencia, la economía, el arte, la filosofía y la política. La política se considera en el marxismo-leninismo como el manejo del Estado, y por ende, del poder organizado para perpetuar los privilegios de la clase dominante. La manera como se justifica la política, ideológicamente hablando, es por medio de una teoría o doctrina cuya verdad es aceptada por todos los estratos sociales cuando la clase dominante está en auge.


Esta concepción es verdadera en muchos de sus aspectos, pero tiene una limitación: no proporciona ningún criterio para distinguir una teoría verdadera de una teoría ideologizada. Pues no cabe duda de que si se acepta que hay teorías o doctrinas que están ideologizadas, debe haber, por lo menos, una que no lo esté. De otra manera, ¿cómo se puede saber que una teoría está ideologizada? Si nos damos cuenta de que lo está, es porque la hemos comparado con otra que se refiere al mismo tema y que no lo está. Pero lo que nos interesa saber para alcanzar los fines que nos proponemos, es disponer de un criterio que nos permita saber si las ideologías han muerto o no. Y para ello, debemos analizar tanto las ideologías epistémicas como las timéticas.


La ideología marxista-leninista pretende ser científica. El concepto de ciencia en que se basa es la dialéctica. La dialéctica, según Engels y luego, Lenin, es la ley de la totalidad, tanto del mundo natural (materialismo dialéctico) como del mundo social (materialismo histórico). Una ideología política, para que pueda aplicarse con buenos resultados debe ser dialéctica. Esto es muy importante porque debe describir y explicar los hechos históricos, y sus predicciones deben cumplirse. Observamos algo que, hasta donde llega nuestra información, parece haber escapado a los estudiosos y críticos de la dialéctica: la concepción marxista-leninista aplica los mismos criterios de corroboración empírica que, según la concepción occidental no marxista de la ciencia, debe cumplir toda teoría cognoscitiva.[7] Esto permite poner a prueba su pretensión de verdad. Porque si se encuentran nuevos hechos sociales (por ejemplo, la formación de nuevas clases) que no puedan explicarse dialécticamente, la doctrina marxista-leninista se verá en serias dificultades. Y si además hace predicciones que no se cumplen, entonces debe ser reajustada y, en último término, cambiada en tantos aspectos que se torna irrecognoscible.


Por otra parte, las aplicaciones de la dialéctica a las ciencias exactas y naturales es sumamente limitada. Aunque, en sentido bastante laxo, puede aceptarse que ciertos aspectos de las ciencias lógico-matemáticas y de las ciencias naturales son dialécticos, hay numerosos ejemplos que demuestran que la dialéctica interviene muy poco en dichas ciencias. Así las famosas paradojas conjuntistas y semánticas de Burali-Forti, de Cantor, de Richard y de otros, no se resuelven por medio de una síntesis que involucre a la tesis y la antítesis en un nivel superior que a su vez, es negado y así sucesivamente. Dichas paradojas se resuelven a favor de la tesis.[8]


Además, existe otra objeción que consideramos muy fuerte: la imposibilidad de hacer predicciones a largo plazo, sea cual sea la teoría, la doctrina o el análisis estadístico que se esté empleando para predecir la evolución de los conglomerados sociales. En recientes desarrollos de la teoría del caos, se ha demostrado matemáticamente que de causas insignificantes, puede derivarse efectos cataclísmicos. Y esto sucede, no solo en las ciencias sociales, sino también en las naturales e incluso en las matemáticas puras. Este hecho que ha desconcertado a economistas, sociólogos y metereólogos, ha sido bautizado con el sugestivo nombre de «efecto mariposa». Se trata de un descubrimiento que ha producido una profunda revolución en el pensamiento científico actual, y que constituye una grave objeción al materialismo histórico que consiste en gran parte, en predicciones.[9]


Se pueden hacer muchas otras críticas a la concepción dialéctica de las ciencias, pero nos parece que las que hemos hecho son suficientes para mostrar que la concepción marxista-leninista no puede sostenerse como teoría científica. Más, a pesar de ello, queremos afirmar, enfáticamente, que la meta última de la ideología marxista confiere sentido al proceso de la historia moderna: forjar una sociedad sin clases.

Veamos, ahora, las ideologías epistémicas que fundamentan su pretensión de verdad empleando el concepto moderno de ciencia. No son muy numerosas, pero existe por los menos una: la que propone el filósofo norteamericano Filmer S. C. Northrop. Según Northrop toda ideología política (y también todo sistema ético) presentan dos aspectos. Uno de ellos es una teoría que, de alguna manera u otra, puede verificarse empíricamente; el otro es un conjunto de expresiones imperativas que no son corroborables. Pero ambos tipos de expresiones están relacionados a través de la concepción del mundo de una determinada cultura. Por eso, aunque las expresiones normativas no puedan corroborarse empíricamente, el hecho de que los principios enunciativos si puedan serlo, permite afirmar que la ideología es verdadera.[10]


Aunque la teoría de Northrop es interesante, no nos parece que pueda mantenerse. En efecto, por más que se verifique el aspecto científico de una concepción del mundo, no hay ninguna razón para que el aspecto normativo resulte verdadero. Solo tiene sentido hablar de la verdad de una doctrina en relación con su componente proposicional (verdad sin más o grado de verdad). Más cuando el aspecto doctrinario no es proposicional, sino normativo, no puede tratarse de verdad, porque las expresiones normativas no son ni verdaderas ni falsas.[11]


4 Crítica de las ideologías timéticas


4.1 La relación de las ideologías timéticas con la ciencia


Una característica esencial de las ideologías timéticas es que no tienen pretensión de verdad y que, en consecuencia, no tiene sentido demostrar que son verdaderas o falsas. La ideología estimativa parte de principios que no necesitan ser demostrados porque no son proposiciones, sino valores expresados en forma de normas o prescripciones. En consecuencia su aceptabilidad no depende de ninguna ciencia.


Los principios de una ideología timética se funda en relación con alguna comunidad humana que los considera supremamente valiosos y que ha aceptado cumplir las prescripciones que se derivan de aquellos.


4.2 El problema de la optimación


Se pueden efectuar dos objeciones a una ideología timética:


  1. Puede ser una ideología inmoral porque ordena hacer cosas que están reñidas con la ética (por ejemplo, exige el incesto entre hermano y hermana, como era el caso de los faraones, los incas, etc.).
  2. Sus principios son tan alejados de la realidad humana que es imposible cumplirlos. La primera objeción no se puede despachar a la ligera, porque nos enfrenta a un problema fundamental ¿en qué nos basamos para afirmar que una ética determinada (o una ideología) es inmoral? Esta afirmación solo puede hacerse si se comete un círculo vicioso, pues para juzgar un sistema ético (o ideológico) diferente del nuestro, empleamos nuestro propio sistema. Se trata de una contra objeción, grata a los sociólogos y antropólogos modernos, muy difícil de responder. En efecto, ¿cuáles son los criterios que permiten fundar una ética universalmente válida?


Hasta la fecha, los autores no han podido ponerse de acuerdo a pesar de que, en los últimos años, se han hecho grandes esfuerzos para resolver el problema. Solo diremos que gran parte de estos esfuerzos están orientados hacia la fundamentación racional de la ética «more kantiano».[12]


Como vemos, el primer problema no puede resolverse de manera tajante. El segundo, en cambio, puede abordarse con mayores posibilidades de éxito. Porque, aunque no pueden cumplirse todas las prescripciones de una ética o de una ideología es posible aproximarse a ellas en el sentido del ideal kantiano. La aproximación a las prescripciones difíciles de efectuar es como la aproximación de una variable a su límite. En este sentido, puede considerarse el problema de aproximarse cada vez más a las prescripciones de una ideología como un problema mini-maximal de optimación: aproximarse a las metas ideológicas con la máxima eficacia y con el mínimo esfuerzo, mediante la mejor utilización de los recursos disponibles.


5 Muerte eterna y vida perdurable a las ideologías


Si los argumentos que hemos presentado son convincentes (nos hacemos la ilusión de que no están totalmente equivocados), la solución es clara: las ideologías epistémicas han muerto por completo y no entrarán jamás en el ciclo histórico de las paligenesias. En cambio, es obvio que las ideologías estimativas son muy superiores a las epistémicas, porque no tienen la tarea imposible de probar que son verdaderas. Pero, como sucede siempre cuando se trata de cuestiones ideológicas, hay algunas dificultades respecto de sus posibilidades de aplicación y de su fundamento axiológico. Nos parece que las principales son las dos siguientes:


  1. Pueden ser demasiado idealistas en relación con la capacidad humana de seguir sus prescripciones (como sucede, por ejemplo, con todas las grandes religiones).
  2. Pueden ser antihumanas, esto es, pueden ser utilizadas para justificar la opresión de grandes grupos humanos, para perpetuar privilegios; pueden, incluso, ser demoníacas induciendo a sus fieles a asesinar inocentes o a suicidarse colectivamente.


En el primer caso pensamos que si las metas son demasiado exigentes para sus seguidores, como sucede, por ejemplo, con las grandes religiones, la gran mayoría de fieles asume una actitud de equilibrio. Los preceptos éticos de la ideología serán seguidos hasta donde alcance la capacidad de entrega de la mayoría social. Esto sucede con los principios de las grandes religiones y con las ideologías fundadas explícitamente o, con más frecuencia aún, implícitamente en aquellas.


La segunda objeción es más fuerte. Existen ejemplos de ideologías cruelmente antihumanas. Por ejemplo, los thugs de la India creían que debían hacer sacrificios humanos estrangulando a los extranjeros. ¿Cómo se puede responder a esta objeción? Hemos visto que para juzgar una ideología (o un sistema ético) debemos presuponer la validez de la nuestra, cometiendo así, un círculo vicioso. Empero, pensamos que hay una salida: no es posible demostrar de manera rigurosa que una ideología timética es superior a otra, pero, en cambio, podemos demostrar, en caso de que lo sea, que es irracional. No podemos seguir esta argumentación en detalle, pues nos llevaría muy lejos; pero podemos describirla en sus rasgos generales. Para ser racionales debemos rechazar la arbitrariedad y la prepotencia, esto significa que debemos considerar a nuestros semejantes como fines en sí mismos y nunca como instrumentos para alcanzar nuestros propios fines. De modo que una religión o una ideología que prescriben sacrificios humanos son irracionales. Y, al menos, en estos tiempos modernos, casi nadie quiere ser considerado como irracional. Por eso, si demostramos que las prescripciones de una religión o de una ideología son contrarias a la razón, porque conducen prácticas antihumanas que deben ser impuestas por la fuerza, tenemos una alta probabilidad de éxito. Más hay, sin embargo, un punto que parece racionalmente inobjetable: cometer suicidio debido a convicciones religiosas. Empero, si aplicamos de manera universal la máxima kantiana de que una persona debe considerar a todos sus semejantes como un fin en sí, el suicidio religioso resulta irracional porque evita la realización de las virtualidades que el suicida podría haber alcanzado en vida.


Por supuesto, en cuestiones de moralidad siempre se presentan dificultades casuísticas, por ejemplo, el suicidio eutanásico o el suicidio del héroe que prefiere morir para evitar una tortura que podría obligarlo a revelar los planes secretos de su organización revolucionaria. No cabe duda que, tratándose de teorías sobre el comportamiento humano, siempre es posible encontrar contraejemplos.


Somos plenamente conscientes de que existen las dificultades descritas. Pero también lo somos de que mediante una argumentación bien fundada, la posibilidad de hallar contraejemplos puede reducirse —aunque no del todo— en gran medida. Esperamos que, en la presenta exposición, a pesar de las dificultades señaladas, hayamos podido mostrar de manera no deleznable, que las ideologías epistémicas han muerto para siempre, mientras que las timéticas vivirán eternamente.[13]


Referencias bibliográficas


Da Costa N. C. A. (1978). Studies in Paraconsistent Logic: The dialectical Principle of the Unity of Opposities.

Flew, Antony. (1983). The Is/Ought question. Collective Book edited by Antony Flew. The MacMillan Press LTD, London and Basingstoke.

Lorenzen, Paul. (1978). Theorie der technischen politischen Vernunft, Philip Reclam, Stuggart.

Marx, Carl. (1952). Kapital, Encyclopedia Británnica, Inc. Chicago, London, Toronto

—(1958): Zur Kritik der politischen Oekonomie.

—(1972): La ideología alemana (en colaboración con Engels), Lima, Colaboraciones populares.

Northrop, F. S. C. The logic of the sciencies and of the humanities, The MacMillan Company, New York.



Notas

(*) Este artículo fue escrito por Francisco Miró-Quesada Cantuarias. Profesor de Filosofía en la Universidad de Lima. Director del suplemento dominical del diario El Comercio.

[1] Decimos «teoría» o «doctrina» porque el concepto de doctrina es más amplio que el de teoría. De manera general, toda teoría podría calificarse, sin forzar demasiado las significaciones, como doctrina; pero no toda doctrina es una teoría. Así, la doctrina cristiana no es una teoría. No lo es porque la mayoría de sus partes no son descriptivas, sino perceptivas.

[2] Por «dialéctica clásica» entendemos la dialéctica hegeliana-marxista. Los sistemas de Fichte, Schelling y Hegel también pueden ser llamados «clásicos», pero no son utilizados en el presente texto.

[3] De acuerdo a lo usual en la comunidad lógico-matemática de nuestros días, la lógica clásica es la lógica matemática tal como fue sistematizada en el monumental libro Principia mathematica de Whitehead y Russell. La lógica tradicional, en cambio es la lógica griega, la medieval y la lógica moderna no matemática antes de las creaciones de Boole, de Morgan, Schroeder, Peano y Frege. Como siempre, hubo anticipos, por ejemplo, en los trabajos de Raymundo Lull, Leibniz, Plouquet, Lambert y otros de menor cuantía.

[4] El sistema de N. C. A. Da Costa, 78. Sobre el significado filosófico de la lógica paraconsistente y, en particular, del sistema de Da Costa, ver: Miró Quesada, 89. Una información excedente sobre la lógica paraconsistente y sus diversos tipos, puede encontrarse en el libro colectivo Paraconsistent Logic, an Essay on the Inconsistent, 89.

[5] Véase Da Costa y Wolf. Hemos leído el manuscrito original que, gentilmente, nos envió el profesor Da Costa.

[6] Estos aspectos no necesitan ser idénticos a los de la dialéctica clásica. Sobre una concepción no clásica de la dialéctica. Véase Miró Quesada, 82.

[7] Marx se refiere numerosas veces al poder descriptivo-explicativo-predictivo de su sistema. Así, en el prólogo a la segunda edición de El Capital, en el Manifiesto Comunista, La ideología Alemana, etc. Lo mismo Engels, con mayor detalle (y más errores). En el Anti-Dühring y la Dialéctica de la Naturaleza, encontramos numerosas y explícitas referencias al poder descriptivo-explicativo-predictivo de su sistema dialéctico.

[8] Esta afirmación puede comprobarse leyendo cualquier buen libro de filosofía matemática. Recomendamos a quien desee profundizar el tema, si es que no lo ha hecho ya, los siguientes libros: Grundlagender Mathematik (Hilbert und Bernays); Logic, Semantics, Matemathematics (Tarski); Truth and Proof (un folleto, Tarski); The foundations of mathematics (Beth); Philosophy of Mathematics (Bernacerraf an Putman) e Introduction to Metamathematics (Kleene). Véase las referencias bibliográficas al final de este escrito.

[9] Sobre el «efecto mariposa» véase: Prigogine, 88; Steward, 90; Rietman, 89 (en este libro no se menciona explícitamente dicho efecto, pero se analizan funciones, por ejemplo, la función logistic, que lo describen rigurosamente.

[10] Northrop, 47.

[11] Creemos que uno de los principales problemas de la ética, si no el principal, es saber si las expresiones normativas pueden deducirse a partir de proposiciones categóricas. Desgraciadamente, esta derivación no nos parece posible. Con respecto a la posibilidad de derivar lógicamente el deber ser del ser se ha discutido mucho. Sobre esta discusión véase el libro colectivo The Is/Ougth question.

[12] Por ejemplo, Lorenzen, 78. Habermas, 84, 85; Apel, 63, 81, 86; Miró Quesada, 88a, 88b, 90.

[13] No debe interpretarse lo que estamos diciendo como una ingenua fe en la eternidad de algún sistema ideológico. Una ideología solo puede tener poder de convicción si los principios que proclaman están vigentes.

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