Todo en la vida es negociable, no siempre somos conscientes de la importancia de saber negociar ni del impacto que pueda alcanzar una solución en términos de reducción de costos, salud mental y tiempo efectivo.
Saber negociar nos permite
aprender a resolver conflictos o evitarlos, obtener un aumento, lograr un
permiso, mantener un entorno familiar saludable, fomentar un clima laboral
estimulante, cerrar una venta, lograr un acuerdo comercial, un pacto político,
un compromiso comunitario, entre otros; opera en todas las interacciones
humanas y favorece la dinámica social y la percepción de justicia evitando
juicios y promoviendo soluciones.
Sin duda, saber negociar no
solo implica tener conocimiento, criterio, experiencia y credenciales, sino
también desarrollar el arte de la creatividad y la inventiva para que las
soluciones fluyan de manera favorable para beneficio de todas las partes
involucradas.
Hace algunos años, cuando
trabajaba como supervisor de relaciones laborales en Centromin Perú, tuve la
enorme satisfacción de participar, probablemente, en las últimas Negociaciones
Colectivas entre la empresa y más de 12 sindicatos de obreros que representaban
a cerca de 22 000 trabajadores con los que, por entonces, contaba la primera
empresa minera del Perú; en una de las tantas sesiones se llegó a un punto de
estancamiento e intransigencia entre las partes, fue cuando, a manera de
considerar que las soluciones también deben ser creativas e ingeniosas, surgió
la idea de compartir un ejemplo de cómo se pueden resolver problemas apelando
al ingenio, la voluntad y creatividad.
La experiencia estaba
narrada en el libro El hombre que
calculaba de Malba Tahan, que decía así:
«Hacía pocas horas que
íbamos sin detenernos cuando nos ocurrió una aventura digna de ser relatada, en
la que mi compañero Beremiz, con gran talento, puso en práctica sus habilidades
de eximio cultivador del Álgebra. Cerca de un viejo albergue de caravanas medio
abandonado, vimos tres hombres que discutían acaloradamente junto a un hato de
camellos.
Entre gritos e improperios,
en plena discusión… se oían exclamaciones: ―¡Que no puede ser!―¡Es un robo!
―¡Pues yo no estoy de acuerdo! El inteligente Beremiz procuró informarse de lo
que discutían. ―Somos hermanos, explicó el más viejo, y recibimos como herencia
esos 35 camellos. Según la voluntad expresa de mi padre, me corresponde la
mitad, a mi hermano Hamed Namur una tercera parte y a Harim, el más joven, solo
la novena parte. No sabemos, sin embargo, cómo efectuar la partición y a cada
reparto propuesto por uno de nosotros sigue la negativa de los otros dos.
Ninguna de las particiones ensayadas hasta el momento, nos ha ofrecido un
resultado aceptable. Si la mitad de 35 es 17 y medio, si la tercera parte y
también la novena de dicha cantidad tampoco son exactas ¿cómo proceder a tal
partición?
―Muy sencillo, dijo el
Hombre que Calculaba. Yo me comprometo a hacer con justicia ese reparto, más
antes permítanme que una a esos 35 camellos de la herencia este espléndido
animal que nos trajo aquí en buena hora. En este punto intervine en la cuestión.
―¿Cómo voy a permitir semejante locura? ¿Cómo vamos a seguir el viaje si nos
quedamos sin el camello? ―No te preocupes, bagdadí, me dijo en voz baja
Beremiz. Sé muy bien lo que estoy haciendo. Cédeme tu camello y verás a qué
conclusión llegamos. Y tal fue el tono de seguridad con que le dijo que le
entregué sin el menor titubeo mi bello jamal, que, inmediatamente, pasó a
incrementar la cáfila que debía ser repartida entre los tres herederos.
―Amigos míos, dijo, voy a
hacer la división justa y exacta de los camellos, que como ahora ven son 36. Y
volviéndose hacia el más viejo de los hermanos, habló así: ―Tendrías que
recibir, amigo mío, la mitad de 35, esto es: 17 y medio. Pues bien, recibirás
la mitad de 36 y, por tanto, 18. Nada tienes que reclamar puesto que sales
ganando con esta división. Y dirigiéndose al segundo heredero, continuó: ―Y tú,
Hamed, tendrías que recibir un tercio de 35, es decir 11 y poco más. Recibirás
un tercio de 36, esto es, 12. No podrás protestar, pues también tú sales
ganando en la división. Y por fin dijo al más joven: ―Y tú, joven Harim Namur,
según la última voluntad de tu padre, tendrías que recibir una novena parte de
35, o sea 3 camellos y parte del otro. Sin embargo, te daré la novena parte de
36 o sea, 4. Tu ganancia será también notable y bien podrás agradecerme el
resultado. Y concluyó con la mayor seguridad: ―Por esta ventajosa división que
a todos ha favorecido, corresponden 18 camellos al primero, 12 al segundo y 4
al tercero, lo que da un resultado ―18 + 12 + 4 ― de 34 camellos. De los 36
camellos sobran por tanto dos. Uno, como saben, pertenece al bagdalí, mi amigo
y compañero; otro es justo que me corresponda, por haber resuelto a
satisfacción de todos el complicado problema de la herencia.
―Eres inteligente, extranjero,
exclamó el más viejo de los tres hermanos, y aceptamos tu división con la
seguridad de que fue hecha con justicia y equidad. Y el astuto Beremiz ―el
Hombre que Calculaba― tomó posesión de uno de los más bellos jamales del hato,
y me dijo entregándome por la rienda el animal que me pertenecía: ―Ahora
podrás, querido amigo, continuar el viaje en tu camello, manso y seguro. Tengo
otro para mi especial servicio. Y seguimos camino hacia Bagdad».
Resolver conflictos
Si el fin último de la
negociación es resolver conflictos y si en ese proceso todas las partes aceptan
que sus expectativas han sido atendidas, bien vale echar mano de la creatividad
y el ingenio del que es digno poseedor el ser humano para buscar soluciones.
Parte del clamor popular,
tanto en el Perú como en buena parte del mundo, después de satisfacer las
necesidades primarias de alimentación, vivienda y educación es el acceso a la
justicia, ella es la que acompaña la paz social y el bienestar y forma parte de
la inclusión social efectiva que el Estado aún mantiene como agenda pendiente.
El tipo de negociación que
favorece el desarrollo es la negociación ganar-ganar (win-win); es la que busca que todas las partes se sientan
satisfechas con el resultado, sepan que sus expectativas principales fueron
atendidas, además, esta tiene un impacto favorable en la propia autoestima de
los negociadores como en las organizaciones o grupo de interés que representan.
Este tipo de negociación
ganar-ganar, requiere cierta dosis de generosidad con la que se confirma que a
veces es mejor dar que recibir o que una actitud tolerante genera una respuesta
de igual sentido, se requiere actuar de buena fe y prescindir de toda posición
de dominio, para concurrir con una actitud conciliatoria que al final desencadenará
en un beneficio compartido.
California, noviembre 22, 2021
Escrito por: Gustavo Blanco Ocharán
Cofundador de El Jurista-Revista Peruana de Derecho. Primera época.
Compendio El Jurista Nueva Era, vol. 2 (2021)
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